domingo, 21 de septiembre de 2008

De lo que sucedió un segundo domingo de Mayo en la casa de mi abuela.








  • Para Yolanda de Barreno, mi abuela
    y Andrea LLinás, a quien le debo
    la idea de este pequeño extracto
    (bueno o malo no sé, pero
    ahí está colorete)y
    quien
    tiene una guacamaya
    que también hace brillar.
    Corazones eternos
    de las aves al cantar.
Todos estábamos sorprendidos mirando en la cajita blanca lo pequeño que era, apenas y tenía las plumas largas, su color anaranjado reverberaba en nuestras pupilas, era tan indefenso que daba miedo tocarlo por no romperlo. Juanito había llegado uno de esos segundos domingos de Mayo, yo era la más emocionada, algo en mi infante corazón me decía que seríamos compañeros inseparables, su piquito me inspiraba confianza, y sus alas eran tan inocentes para escapar como mis letras para escribir en ese entonces. Estiré mi pequeño índice-no mordía, pensé-le acaricié las plumas un poquito.-No más- Tenemos que buscar una jaulita, comprar alpiste, dijo la abuela- ¿cómo se va a llamar mamama?- Juanito- respondió mi abuela.- ¡Juanito! -todos en la mesa reímos y en los ojitos del canario se vió un naciente resplandor. Yo, a mis siete años, aprendí a quererlo todos los días al despertar. No salía de esa casa por las mañanas sin despedirme de mi anaranjado amigo, me recordaba tanto a alguien, hasta ahora no sé bien a quién.- Chau Juanito, cuando regrese del colegio almorzamos, ya llegó la movilidad-. Los primeros días Juanito era muy tímido y aún era muy feo (para algunos), aún no aprendía a cantar, tenía en la patita derecha un anillo con su fecha de nacimiento, todavía lo recuerdo: 12 de Abril.- El canario había venido y a buen tiempo, alegraba las mañanas de mi abuela y por las tardes él era mi tarea escolar y mi objeto de observación, el tema en cualquiero composición.

Poco a poco, aprendí del oficio y supe como cambiarle el agua y el alpiste, a darle lechuga y brindarle cariño. Todas los días era un recital de amores, mi abuela le hablaba desde todos sus corazones-¿Cómo estás mi pichonsito, no quieres cantarme un poquito?. Pasaron aproximadamente tres meses desde su llegada, Juanito ya tenía plumas y era el engreído de la casa, tanto así que los periquitos del patio le tenían envidia-Tontuelos-. Muy pronto llegó el invierno y pensamos que si no había cantado en otoño pues menos lo haría en Invierno. Pero nos equivocamos con ese pajarito. Mientras más intensa la lluvia, mientras más gris el cielo, mientras más frías las tardes...de ese corazón tan pequeño y a la vez tan inmenso se desprendía un fragor de sentimiento que inundaba de melódicas canciones cada rincón de la antigua casa. El silencio había dejado de ser frecuente visitante desde que había llegado Juanito. Sus cánticos se oían desde que abría la puerta todos los días a las 3 pm, los vecinos venían a preguntar quién era el que cantaba, la gente que pasaba miraba por la ventana. - ¡Mira pichonsita, tu pichonsito ya está cantando!- Una sonrisa inmensa se dibujaba en mi cáriz infantil mientras en mi mente entretejía mil preguntas: ¿Cómo es que tiene tanta voz, tanta fuerza, tanta esencia?. El sol en el cielo se movía de un lado a otro, por su voz él renacía en pleno invierno, recocijaba el cielo en mil colores y la primavera se adelantaba; las flores en el jardín hacían coro a sus entradas.

"Canta Juanito, canta.
Harás al sol brillar.
Canta Juanito, canta.
Mi corazón quiere despertar
Canta Juanito, más alto.
Hasta las lágrimas llorar.
Canta, pequeño, canta,
tu tonada es de alegrar."

La abuela había enfermado y en la sala había una angustia esclava, mis almuerzos después del colegio eran a su lado en su cuarto, una infección se había apoderado de ella y no se podía levantar. Juanito no cantaba y también parecía enfermar. Una tarde con la tristeza le fui a hablar.-Oye-le dije- no sé si me entiendes, pero ¿podrías cantar?, tal vez mi abuelita se alegre un poco-. Esa noche escondida entre las sábanas de la cama de mi mamá después de un Padre Nuestro y la oración del Ángel Guardián, le pedí a Diosito que Juanito y mi abuelita volvieran a cantar. Me fui al colegio y cuando regresé abriendo la puerta comprobé lo que me tenía: Mi pajarito naranja había vuelto a cantar y mi mamama, miraba sentada en el sofá cómo su hijito estiraba las alas y volvía a sonar. Mi abuela sanó, como era de esperarse, pero buen susto el que nos dió. Las penas deben olvidarse y qué mejor que con las melodías de mi alado compañero, tarde tras tarde mi abuela hacía un pastel y su ingrediente secreto eran las pláticas con él.

Y así pasó mi infancia, y mis tardes en aquella casa de un jardín muy grande lleno de violetas, crisantemos y buganbilias de colores al azahar y así crecimos juntos y aprendimos a amar.
Por esas estupideces de la vida, lo dejé de saludar. crecieron mis gustos y también mis pretensiones. Salía y entraba por la puerta y no era por maldad sino por una cuestión de inconsciencia. Una que otra vez me detenía a imitar sus chillidos y conversábamos, pero el mío ya no era corazón de niño, el suyo sí. Tal vez mi corazón no reparaba en la jaula al final del comedor, pero yo sentía sus latidos cada vez al verme entrar. Nunca me faltó una melodía al llegar y aún cuando yo estaba lejos me hacía suspirar. Cada almuerzo, cada sobremesa del almuerzo, cada tarde en la cocina escribiendo en mis cuadernos, cada cariño de mi abuela se lo llevaba mi pajarito.

Una mañana Juanito ya no cantó más, su voz se extinguió en el vacío de mis oídos y en mi corazón hubo un profundo silencio, pero en el de mi abuela el silencio la extranguló. Siendo su compañero de las tardes, la antítesis de su soledad cuando yo no estaba, se le llenó de pena el alma.

Yo no dije nada, no sabía que decir solo lo enterramos en el jardín. Por las tardes escuchábamos su canto,pero no era más que una pasada auditiva, un recuerdo sensorial. Había pasado una semana y en la puerta de la casa, en el rosal se escuchaba un "cuí-cuí"- ¡Señora Yolandaa!, mire hay un pajarito en la puerta, venga a verlo- Mi abuela se paró con la desesperanza y las rabias de la edad, se asomó por la ventana y sí, era verdad, había un canarito en el rosal. Parecía impaciente el vivaracho, revoloteaba con asias de entrar, mi abuela abrió la puerta para verlo mejor y sin pensarlo dos veces el canario se metió. ¿Juanito?- mi abuela pensó. No podía ser verdad, ya era suficiente broma. En la sala hacía círculos y no dejaba de chillar. Haciendole caso a ese instinto que tiene Yolanda Barreno por las aves, puso una hojita de lechuga en la jaula de Juanito y el pajarito recién llegado sin ser forzado entró.-Es un milagro, no hay otra explicación-pronunció. Cuando llegué de la universidad pregunté cuándo lo habían comprado. Me contaron lo que había pasado- seguramente es una broma- recité en mi mente. Era un canario amarillo, como un tulipán, era lindo, no lo podía negar. Sinceramente seveía más joven que mi pequeño Juanito. 15 años había durado nuestro amor, y es más mientras no te esfumes en mi memoria, así sera.-Hay que ponerle nombre- dijo mi abuela. Candelario, el canario ja ja ja-solté la risa-. Mi abuela me miró- Qué graciosa eres pichona. Hoy en día, le llaman Juanito, mi abuela le dice así, le habla con la misma soltura acaramelada de su amor por el anterior,porque al tercer día este nuevo Juanito cantó y lo hizo con el mismo temblor de siempre, sus pequeños ojitos como dos perdigones de chocolate brillaban en mis pupilas color pardo y en la añoranza de mi abuela, sus voces eran las mismas, nada parecía haber cambiado, nada parece haber cambiado, era él, es él en Candelario. Candelario porque trae la misma llama con la que encendía Juanito esa casa y el corazón. Y sí, esa tarde la casa se incendió de un sonido eterno. Era su voz.
Tenemos un nuevo huésped y se sigue comprando alpiste, la música no falta para almorzar. Verdad o no, si estás ahí Juanito eso solo lo sabré yo, mientras haya música en la tarde, mientras las flores canten, mientras mi abuela te hable, en tus notas estará mi infancia, mi inocencia y ahora estarán mis letras. Hasta siempre, anaranjada melodía.
  • Te extraño a ti también.

  • Fotos: Candelario.
    Papapa Humberto y Mamama Yoli. Abril 2006

1 comentario:

Andrea Llinás Vahos dijo...

Porque siempre habrá un juanito para las dos my little worm :) gracias, me acabas de alegrar el día!