lunes, 7 de abril de 2008

Suerte.






Por un sol como el de hoy daría, tal vez, más de un mar de letras. Basta una palabra para estremecer, basta una mirada para enloquecer. Ya me había olvidado lo que hacen las miradas furtivas y los sobresaltos en el lado izquierdo del cuerpo, ahí donde nace todo.
Me gusta voltear para decir "adiós" siempre y cuando sepa que lo que encontraré por el lado de mi espalda será una iluminada sonrisa mientras me da el sol en toda la faz como el golpe de tu luz. Pero al voltear, se acaba el sol y vuelvo a ser la misma y, sin darme cuenta he perdido el ritmo de toda comparsa, y vuelvo a ser ingrata del perfume de las mañanas y de mi pelo suelto y alborotado para no tentar algo que tal vez ya no volverá, que ya de la puerta se extravió. Inexplicablemente yo te busco en el horizonte por detrás de los colores porque en medio de cualquier sobresalto, aunque no mío, eres tuyo y así me gusta empezar o terminar el día. Y yo, seré siempre observadora omnisciente de ese sol resplandeciente que corta el día en plena tarde.

  • Buenas tardes, girasol.

  • Vivir algo más tranquilo.




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