miércoles, 6 de agosto de 2008

Una carta muy sincera.



Perdóname. Sé lo que sientes y a mi el pecho se me perfora porque te veo sufriendo cada día más y no quiero saber, aunque ya lo sé, que soy la culpable de tu tristeza. Hay algo en mí que no cabe en ti, y aunque me diste soslayo en tus brazos, jamás serán los que me dio él. Perdóname, porque no sé lo que hice con tu corazón. Yo escapé buscando abrigo y te encontré y sin preguntarme mucho me dejaste ser la brisa por la tarde que te embelesa hasta el amanecer, me hiciste tu ninfa y tu amante y yo no pude amarte. Perdóname. No puedo ocupar un trono junto a ti, hoy devuelvo tu corona, la pena me agobia, pero en mi corazón no hay lugar para compartir tu reino. Perdóname porque reemplazé en tus labios lo que anhelé desde antes, porque ajusté mis labios y te hice subir al cielo, porque cogí tus manos sin sentirlas tuyas, porque no supe cuidar lo que me diste, porque pensando en ti pensaba en él, porque fui tu mejor cultivo y tu el mejor jardín, pero una flor no florece así. Jamás me mires a los ojos porque yo no lo haré conmigo tampoco. Hoy cierro las ventanas, clausuro mi alma, ahogo mis pasiones y me pierdo en la bruma detrás de las seis. No te pido cariño porque ya me lo llevé, soy una maldición en tu historia y una herida en tu piel, borra mi esencia con sulfuro, no te acuerdes de mí. Perdóname. Tal vez el peor regalo que te dejo son los recuerdos, pero con el tiempo lo entenderás. Sabes que una llama tan grande no se apaga de repente y yo tuve la culpa por querer pasar de frente.


Un beso a la distancia.


Amapola.

1 comentario:

Rodrigo de las Casas dijo...

Màda Primavesi, de Klimt.
esa es la muchacha perfecta, aunque tenga sólo nueve años.